miércoles, 25 de marzo de 2009

Mística natural.

Una Barcelona otoñal con un cielo dorado y calles de betún. Una calle con casas de adobe, el sendero adoquinado. Una chica que se apoya en el marco de la ventana de su casa con medio cuerpo afuera, mirando cómo las hojas secas se arrastran y se frenan, se arrastran y se frenan, como quedan trabadas en los adoquines, se destraban, se elevan pulgadas, bajan, mueren. Pasa un muchacho atento de no pisar ninguna hoja, como si fueran pequeñas criaturitas vivas, esquivando manadas de hojas secas que se levantan y se chocan en sus alpargatas.

(Una mirada, una mano extendida que invita a danzar entre la brisa templada)

Sus cuerpos se mezclan entre si, con el viento y con el sudor, se forma un clima calido, con roces. La pasion se desata entre medio del baile. Se siguen los pasos perfectamente. Como si estuviera ensayado.

Los pasos aceleran, no hay música pero siguen un ritmo. Las miradas profundas los guían, dos absolutos desconocidos, unidos por el atardecer. Se comienzan a escuchar palmas flamencas de aquellas muchachas enamoradizas que se asoman de los balcones abandonados. La conexión se acentúa, se abstraen del suelo adoquinado, se transportan a la bóveda amarillenta que reemplaza el cielo. Las palmas se oyen como latidos, internos, amortiguados por sus firmes pasos de cigarra. El sudor se mezcla, como lágrimas de pasión que se pierden entre los románticos que se acercan a apreciar ese designio de la naturaleza mística.

No hay sonido. Solo los tacos y las palmas que componen un ritmo acalorado.

Por,
Anselmito y Lo Artesanal.

2 comentarios:

Darío dijo...

Tus textos se impregnan ahora de mucho más corazón. Es otra cosa.

Fiore Muñoz. dijo...

Los amiguis tirandose admiraciones, pero qué amores eh.
Me gustó mucho vos ya sabés todo, te lo he dicho.