martes, 11 de noviembre de 2008

Destinatario.

Las palabras dicen mucho, cómo entender los mensajes de los cuales no somos partícipes. Las palabras te condenan, uno se hace responsable. Las acciones son producto de las sensaciones, las palabras producen sensaciones. Una palabra provocará, indefectiblemente, una acción. Si se esperan acciones de este autor, se requerirá hablarle. Lo inoperante es también silencioso. Lo profundo puede ser silencioso también, pero afectando otros sentidos, la mirada refleja las palabras que brotan de los ojos. Los sonidos, tenues, son voces que gritan advirtiendo.


¿Es mi persona destinataria de aquellos colores? ¿Son aquellas palabras enervadas para mis oídos? ¿Ha cambiado algo desde aquel recuerdo de mi pasado? ¿En qué condiciones actuará mi voluntad?

Sólo pido dos letras como respuesta, una consonante, una vocal.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Ocaso

Voy en la misma dirección que el ocaso, sin sorpresas. Presumo que llegaré antes que él, pueso que mientras él requiere de todo un día para arribar a destino, a mí con una vida me basta. Hoy soy tan libre como el ocaso. Los colores no me ahuyentan, más bien yo acudo en su asfixia. Mi existencia se limita al día, con un alba tenue, una mañana flagrante, un atardecer incipiente y una eterna tiniebla. Hoy me consumo en esa tiniebla lejana. Absorvo sonidos y esperanza, absorvo el cielo infinito.

El cuarto día de la semana va terminando. Queda un día más y dos días más largos. Es otoño, los frutos maduran. Las lágrimas pegan sobre la superficie de metal recalentado por el sol. En poco tiempo se evaporarán, y a través de la nube viajarán hasta muy lejos, para regar el suelo de una vid. Cuando broten las uvas, el otoño las pisará, en el sexto día tomaré su vino, preparándome para un nuevo ocaso. Al séptimo día todo será penumbra, eterna.

Hoy, con una canción moldava de mi amigo Emir, renazco y muero repentina y repetidamente. ¿Cómo seguirá la semana? La tiniebla no tiene límite. Un atardecer cargado de dolor y sonidos me arrastra a una ciénaga profunda, ojalá te encuentre en ese torbellino de pudor. Una sonrisa aplacada por el llanto del saxo amarga tu mirada, enturbia tus sentidos. Un cosquilleo en la nuca me impide dejar de mirarte, mientras el sonido brota sin ningún esfuerzo. Todo se desliza como una seda onírica. También todo se diluye, en la penumbra de mis sueños.

La brisa desvanece toda realidad posible, a partir de arfiles inútiles que secuestran a la reina. El jinete busca enfrentar al arfil, pero los peones lo retienen. El jinete abandona el tablero, convencido de que esa realidad es absurda, y no debe comprometerlo. El jinete muere sólo, abandonado en un desierto, luego de haber pasado, en vano, por tableros de damas y backgammon. Un jugador arrepentido retira al jinete de la escena y lo introduce, convalesciente, en un juego de barajas. Para comprobar su suerte, el jinete se posa azarosamente sobre distintos pilones de naipes, produciendo la victoria de quienes lo observan. Finalmente, confundido, el jinete se arroja al vacío, saltando del borde de la mesa gastada para estrellarse inútilmente en una baldosa milenaria, la cual guarda el recuerdo de otros jinetes suicidas.

Poema veinte.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las
noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso,
a veces yo también la quería. ¡Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos! Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. ¡Qué importa que mi amor no pudiera guardarla! La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Yo no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.. Mi voz buscaba al viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo..