domingo, 9 de noviembre de 2008

Ocaso

Voy en la misma dirección que el ocaso, sin sorpresas. Presumo que llegaré antes que él, pueso que mientras él requiere de todo un día para arribar a destino, a mí con una vida me basta. Hoy soy tan libre como el ocaso. Los colores no me ahuyentan, más bien yo acudo en su asfixia. Mi existencia se limita al día, con un alba tenue, una mañana flagrante, un atardecer incipiente y una eterna tiniebla. Hoy me consumo en esa tiniebla lejana. Absorvo sonidos y esperanza, absorvo el cielo infinito.

El cuarto día de la semana va terminando. Queda un día más y dos días más largos. Es otoño, los frutos maduran. Las lágrimas pegan sobre la superficie de metal recalentado por el sol. En poco tiempo se evaporarán, y a través de la nube viajarán hasta muy lejos, para regar el suelo de una vid. Cuando broten las uvas, el otoño las pisará, en el sexto día tomaré su vino, preparándome para un nuevo ocaso. Al séptimo día todo será penumbra, eterna.

Hoy, con una canción moldava de mi amigo Emir, renazco y muero repentina y repetidamente. ¿Cómo seguirá la semana? La tiniebla no tiene límite. Un atardecer cargado de dolor y sonidos me arrastra a una ciénaga profunda, ojalá te encuentre en ese torbellino de pudor. Una sonrisa aplacada por el llanto del saxo amarga tu mirada, enturbia tus sentidos. Un cosquilleo en la nuca me impide dejar de mirarte, mientras el sonido brota sin ningún esfuerzo. Todo se desliza como una seda onírica. También todo se diluye, en la penumbra de mis sueños.

La brisa desvanece toda realidad posible, a partir de arfiles inútiles que secuestran a la reina. El jinete busca enfrentar al arfil, pero los peones lo retienen. El jinete abandona el tablero, convencido de que esa realidad es absurda, y no debe comprometerlo. El jinete muere sólo, abandonado en un desierto, luego de haber pasado, en vano, por tableros de damas y backgammon. Un jugador arrepentido retira al jinete de la escena y lo introduce, convalesciente, en un juego de barajas. Para comprobar su suerte, el jinete se posa azarosamente sobre distintos pilones de naipes, produciendo la victoria de quienes lo observan. Finalmente, confundido, el jinete se arroja al vacío, saltando del borde de la mesa gastada para estrellarse inútilmente en una baldosa milenaria, la cual guarda el recuerdo de otros jinetes suicidas.

2 comentarios:

Euge dijo...

Esto me hace acordar a cada día que pasa en este último período de clases, los cuales no aguanto más. Quiero que se termine todo yyyyaaaaaaa. Ah, el final del texto es una locura y me hace acordar a la canción "Al vacío" de no te.

Mariana dijo...

Desde mi sincera subjetividad, Ocaso es maravilla y el juego visual que hacés con el de Neruda, también.