viernes, 10 de junio de 2016

De nobleza está hecha el alma

De ciertos materiales se dice que son nobles. La madera, el hierro. Anselmo nunca supo a ciencia cierta por qué. Aún así, es una de esas cosas que se entienden más por sensaciones que por la razón. Es esa sensación la que permite que Anselmo viva con entereza.

Anselmo se siente en falso, y hasta pierde entusiasmo al respirar cuando no se topa con algo de nobleza en el transcurso de su vida. Será por eso que merman las pulsiones vitales de Anselmo a medida que pasa el tiempo. Mientras la nobleza se rompe, se corrompe y se pierde alrededor suyo, las sensaciones de Alselmo se pierden.

¿Qué puede ser de un hombre sin sensaciones? No es nada un tipo que no siente. A medida que la razón avanza sobre la sensibilidad, nada se puede rescatar de Anselmo. Quizá por eso Anselmo ya no escribe. Anselmo ya no canta. De Anselmo no se escucha más música.

Hoy, el Anselmo que otrora fue hombre sensible, más parece refutador de leyendas. Ese Anselmo, condenado por la mecánica de una sobrevida rutinaria, nada tiene por hacer. Si algo de alma quedara dentro de Anselmo, quizá estas fueran sus palabras de despedida.

Pero un hombre nunca puede rendirse, siquiera en su faceta más nostálgica.
Será por eso que cuando amanezca por la mañana, quizá Anselmo aún respire.

Y así pasen los meses.
Y así pasen los años.
Y así pase su vida.

Anselmito.