miércoles, 24 de febrero de 2010

Viaje (primera parte)

Se sube al taxi y recita casi por instinto: "Hasta Plaza Italia". El taxista la mira, infiriendo que la muchacha lo ha dicho acostumbrada a indicarle el valor del boleto al chofer del colectivo, y ante la duda prefiere asegurar preguntándole "¿A Plaza Italia?". Ella no dice nada, distraída, así que el taxista insiste: "¿A la Plaza Italia te llevo?", a lo que la chica, muy seria, lo mira y asiente levemente con un movimiento de cabeza.

Ella mira concentrada hacia afuera, a través de la ventanilla. La abriría para sacar la cabeza y correr otros riesgos, pero el sólo hecho de ser invierno y el viento frío ya le hacen cambiar de parecer. Se apoya en el respaldo del asiento desganada, culpándose por no animarse siquiera a aprender a hacer un huevo frito sola en su departamento, temiendo el posible enchastre sobre la cocina limpia.

Reflexiona, no se fija en el recorrido, apenas conoce el trayecto hasta el punto de encuentro, para nada agradable a esas horas. Piensa, se convence nuevamente de que ella no es la que no tiene coraje, o por lo menos, no es la que debería tenerlo. Y es que es él quien tiene que arribarla, el que tiene que tomarle la mano y llevarla a comer a algún lado, ganársela y por fin llevarla a dormir a algún lado. Pero hace ya un mes que la está invitando a salir, y sólo se vieron dos veces, y hace ya cuatro meses que se conocen, y apenas uno que se hablan. Si no fuese por ella, eso ya hubiese quedado sepultado. Pero le gusta, y no está dispuesta a dejarlo pasar.


Ya hace veinte minutos que espera el 55, y sospecha que van a pasar otros quince por lo menos hasta que llegue el bondi. Putea, resopla, mira alrededor y ve pasar el 36, el 5, el 132... y en Primera Junta siguen sin haber indicios del 55. Mete la mano en el bolsillo de la campera de jean y saca el tabaco y las sedas. Se arma un pucho y mira el reloj. "La concha de la lora... todavía voy a llegar re tarde", se prende el pucho, ansioso. Por fin se asoma a una cuadra el 55, Ernesto espera que se acerque cincuenta metros y levanta el brazo para frenarlo.

"Hasta Plaza Italia" recita, automático.

2 comentarios:

Darío dijo...

mmmmmmmmmmmmmmmmmmmm..
qué cosa eh

lo escribiste sintiendo algo o fue pura literatura, puro actuar profesional, puro actuar de escritor?

Pamela dijo...

Me gustó mucho este, pero me suena más a una experiencia un poco personal, puede ser?

Saludos franco,
queda pendiente lo de texto-iamgen.