miércoles, 8 de julio de 2009

Bajo este suelo...

El joven asciende desesperadamente en busca de oxígeno. Sus brazos y piernas están agotados, pero sigue revoleándolos en distintas direcciones para vencer la fuerza que le imprime el material viscoso de realidad que lo rodea. Sus patadas a la nada son como fuertes golpes a un rostro destruido que no deja de resistir, con pocas pero robustas manos que empujan sus facciones para hacerlas más y más repugnantes. Sus brazadas violentas, descontroladas, son reflejo de su pánico, a tiempo que siente tocar a esa masa asquerosa en cada uno de sus movimientos, retirándo sus miembros de inmediato para arremeter nuevamente.

El muchacho seguirá inmerso en esa porquería, ya que nunca juntará las fuerzas para impulsarse y escapar. Lamentamos informar, que el deceso no se producirá jamás, siendo el joven uno de los tantos, innumerables resistentes "sin rostro" que no se darán por vencidos, aún cuando todas sus fuerzas se consuman, aún cuando no exista física que justifique su resistencia, uno de los tantos que bajo el asqueroso manto de la mentirosa realidad, aportará su importantísima existencia a la causa de la resistencia, elevando un poco más ese manto, rasgando más ese velo con sus uñas ensangrentadas, hasta que algún día, bajo el nombre de alguno de ellos, bajo un nombre simbólico y universal (como Ernesto), ese objetivo se consagre.

Allí será cuando todas las bestias que escupen sus entrañas sobre el manto para hacerlo más grueso e impenetrable dirijan su vómito al reconocido abanderado, y sin darse cuenta permitan que a sus espaldas, agradeciendo por siempre a quien pudo mostrar su rostro curtido, los invisibles rompan la superficie, generando un orificio que por la fuerza natural de quienes siguen allí abajo, se agrandará infinitamente, consumiento el suelo, dando lugar a un cielo infinito que caerá sobre los opresores junto con la inmensa marea de hombres libres que poblarán ese vacío.

No hay comentarios.: