domingo, 30 de junio de 2013

Gracias, compañero.

Hay presencias que son tan fuertes, tan potentes y reales, que en los momentos en que uno quisiera poder verlas no necesitan corporizarse para demostrar que están ahí. Son quienes envían su emoción desde dondequiera que estén, para que a uno no se le olvide que siguen pendientes de lo que nos pasa, porque no abandonan, porque estuvieron siempre y lo estarán. Porque a veces hasta se permiten confiar un consejo, hacer oir su voz, mostrarse en el rostro de algún otro. Un anónimo en el subte, en el colectivo o en la calle, que por un segundo, o menos, se convierten en quien dio la vida por la patria, el que dio la vida por el otro. Porque la patria y el otro son lo mismo.

Dar el ejemplo fue la premisa de todos ellos, en este caso de uno, que estuvo tan presente en estos días, y no me imagino lo que lo va a estar en los próximos meses. De ese compañero aprendí mucho. Pero sobre todo aprendí a asimilar una gran lección, una enorme filosofía que me marcó a fuego (hasta en la piel) y que espero ser digno para poder honrar. Me enseñó que hay solo dos opciones para elegir en la vida, y él eligió una para consagrar su alma en la lucha revolucionaria: libres o muertos, pero jamás esclavos.

Que se levanten todos!

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