Le han dicho muchas veces que es bueno para las palabras, pero claro, no hay una vocación para ello, no una que le dé de comer, al menos. Pero ¿acaso esa es su preocupación? Aprovechando la libertad que le confiere la pluma impersonal e indiscreta, afirma que no. Ahora, ¿de qué valen las preocupaciones si no desea planificar? Al fin y al cabo, nada resulta como uno lo imagina.
Recientemente, la imágen que creía tener se vio suplantada por otra, que jamás hubiera imaginado. Al notar quienes emanaban esa imágen, no pudo evitar sentirse asqueado. Aún así, en defensa del honor y la autoestima propia, sostuvo que sus intenciones habían sido siempre las de ser consciente de una actitud solidaria, acaso único aspecto en el que sentía un logro, en el manejo de su propia personalidad. Sinceramente, se vio superado. El muchacho no pudo distinguir en quienes ayer lo defendían, a las mismas personas que hoy le criticaban el mismo aspecto.
Resulta que uno es individuo en la manera que los demás lo reconocen como tal, y a partir de esto es que se puede dar la comunicación. ¿Qué hacer cuando uno ya no es el individuo que creía, porque el reflejo que creía ver en los ojos de los demás no era más que un simple dibujo conformista, fabricante de insignificancias cotidianas, sin fundamento alguno?
Que asco. (Si, no creía que podía tener asco de cosas así más que de repugnantes fluidos o imágenes físicas, pero descubrí que puedo sentir ese asco espiritual.) Ya no hay vacío existencial, ahora hay contradicción.
Crisis. -Mañana caminaré por las calles oscuras sin encontrar el espejo que busco, y con el dispositivo captador de momentos, buscaré retratar la viva imágen de la desesperación-.
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