Algún día Anselmo fue un tipo callado, taciturno. Su expresión parecía tranquila, mientras por dentro se carcomía de rabia. Por esos tiempos, odiaba su persona, pero tenía objetivos y mucha voluntad. Sus piernas temblaban frente a una mujer, pero sólo frente a esa mujer. Al mismo tiempo intentaba cambiar, creyendo evolucionar, pero desnaturalizándose, tratando de cumplir su deseo de acercamiento a esa mujer. Realmente era una mujer, no como las chicas que se le cruzan día en día, que son simplemente eso, chicas.
Anselmo evoca esos momentos a través de palabras, que vomitó asqueado (a veces hasta por sí mismo), y que hoy relee, pacientemente, buscando parecerse a aquél que una vez las escribió, creyéndose infeliz, pero atravesando los más profundos de sus días. También los evoca a través de la música, escuchando y sintiendo lo más parecido a esos latigazos que recibía de su conciencia, en plena conquista amorosa. Cada canción que recuerda, es un episodio de su relación consigo mismo, y con ese amor que nunca pudo ser, pero que nunca se sabe.